Ituren, pascua 2009

Buenas,

Me ha llegado un adelanto de los tiempos difíciles. Los resultados del último tac dicen que la metástasis ósea esta creciendo y eso duele, duele porque el tumor crece dentro del hueso, en una zona plagada de terminaciones nerviosas. En mi escala de resistencia al dolor diría que es medio alto y continuo de la mañana a la noche.

Cuando estoy ocupado lo noto menos, lo soporto mejor, por las noches es peor. Duermo por agotamiento, dos o tres horas seguidas y se acabó. El resto levantarse y no dormir o continuar en la cama con la percepción del dolor incrementándose pero dando algunas cabezadas. En fin, una época mala, pero no la última porque la señorita/señora del registro continúa de baja así que me abstendré de morirme de momento.

Y digo una época porque me han dado dos buenas noticias, la primera es que no se ha expandido a otras partes, muestran extrañeza, y la segunda es que con la oportuna radioterapia lo chuscarraremos, en el sentido literal de la palabra, y los dolores deberían desaparecer. Empezamos el Miércoles próximo 5 sesiones y a esperar resultados.

El resto están igual, no hay mejoría esta vez, con lo cual me han suspendido el Xeloda y estamos inmersos en un análisis genético, algo muy nuevo según me dicen, para ajustar un nuevo tratamiento.

Quiero ser optimista, esta semana he tenido la visita a la radioterapeuta y pronto las sesiones que nos traerán alguna entrada cómico/taurina. Sin duda. Nos hemos reído un rato, no se como hemos terminado hablando de las caras que ponen los oncólogos cuando llegas a las revisiones y de como los enfermos vamos aprendiendo a reconocerlas. Ya os contaré otro día.

Por lo demás las hemos pasado unos días en Ituren, gentileza de Mawy (¿como se escribe?) y Yayo, de cuyas noches de vigilia me he traído lo que sigue:

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Envidio a las personas a las que la vida les recuerda su vida. Personas a las que esta oscuridad cerrada sobre los pasillos del caserío, los crujidos de la escalera que desciendo, les recuerda la niñez, las nocturnas visitas a la alcoba paterna. El refugio de la cama y el calor de los padres.

A mi me recuerda los Gozos y las Sombras.

Siempre me ha gustado conocer, aprender a reconocer, los sonidos de los sitios en los que ha transcurrido mi vida. Recuerdo los sonidos de la fábrica, se como suena un torno con los diamantes en perfecto estado, conozco el sonido del teclado de Amparo cuando está de buen humor, cuando sufre, cuando se enfada, cuando el mundo está de su parte y cuando se siente más sola que en sus añoradas playas de cuba.

Ahora escucho esta casa desconocida. Oigo ruidos en el sótano, el agua en el circuito de calefacción recorriendo las tuberías como si fuera la sangre del edificio, llevando el calor vital allí donde es necesario. Escucho el viento tañir las visagras. Músico irreverente.

Vivo la madrugada de esta casa ajena, desconocida, a la luz de una bombilla junto a los rescoldos de la chimenea, al fondo la puerta de la sala se abre a la oscuridad del recibidor. Adivino la puerta de la antigua consulta, el lugar de trabajo del médico antepasado de Edu.

Siento su presencia, le siento ahí, justo detrás de la línea que marca la luz en el umbral de la puerta. Se que el me siente a mí, me presiente, el es mi espectro del pasado, yo su espectro del futuro.

Intuyo que salió de su consulta, pasó junto a la puerta del salón y se quedó observando el sillón que ocupo ahora. Pensando ... ¿quién será el desconocido que lo ocupe cuando solo el recuerdo quede de mi?.

Se que me miró desde el pasado, igual que yo lo veo desde el futuro. Le intuyo salir y regresar a la consulta con un vaso de agua y los hombros cargados con la responsabilidad de las vidas que se le escaparon de entre los dedos. Sonrío agradecido de las que salvó, quizás una de ellas le hace responsable de que pueda estar sentado aquí.

Envidio a aquellos que pueden recorrer las paredes de sus almas, construidas con adobes fabricados a base de arcilla de gratas vivencias y fibra de amargos recuerdos. Les envidio cuando los imagino pasando sus dedos sobre esas paredes y adivino sus sentimientos reflejándose en sus caras.

Les envidio porque las paredes de mi alma están cubiertas de libros. Retazos de almas de otros encuadernadas con el cuero de sus propios autores que me muestran sus títulos y ocultan mis fundamentos.

Libros que yo he puesto ahí. Escudos para no sufrir. Miedo a la fibra de mis adobes. Terror a no encontrar arcilla en los componentes.

Veo esas paredes tapizadas y se que toca limpieza. Sacarlo todo y airear, pero me da miedo lo que encontraré detrás. Temo encontrar ruinas, paredes fibrosas agrietadas, endebles estructuras sostenidas por montañas de libros.

Regreso a la habitación, no hay luz bajo la puerta de la consulta. Cruje la escalera... empiezo a reconocer los sonidos de esta casa.

Cometas en el cielo - Khaled Hosseini

¿Qué es un libro oscuro?

La vida es oscura. Los libros solo son tinta sobre papel. Una descripción de la vida. El legado de la imaginación. Un testimonio de la realidad, y la realidad de Afganistán está muy por encima del nivel que los seres humanos podemos soportar dentro de la cordura.

Lo que se describe en este libro es inadmisible.

Estoy sentado aquí, delante de una chimenea encendida, fuera llueve, he comido en abundancia y mi hija juega en la alfombra con sus amigos. Tengo una buena vida, no me falta de nada. ¿Salud?, estoy vivo. Es suficiente.

Eso mismo deben pensar varios millones de Afganos, estamos vivos, no pidamos más no sea que se joda el asunto. La diferencia es que a mi se me jodió el asunto y me diagnosticaron un cáncer pero aún así tengo años por delante y una buena vida para vivirlos, cuando se le jode a un afgano termina con un tiro en la nuca.

Un tiro disparado por un ingles en 1919, un ruso en 1978, un talibán en 1996 o un solado de la ínclita coalición en 2001. Una bala fabricada en nuestras fábricas occidentales por un trabajador de cuya aportación a la seguridad social vivo yo. Una parte del precio de esa bala paga mis vacaciones de pascua. Tiene guasa que sean precisamente esas.

Considero que “cometas en el cielo” es un buen libro que refleja una realidad insoportable, insostenible, que remuerde nuestras conciencias. O por lo menos debería.

¿Sangran los troncos de la chimenea o es mi imaginación?

No, no es mi imaginación, es mi conciencia.

Ramata de Abasse Ndione

La injusticia me genera inquietud.

Seguramente tiene que ver con los recuerdos atávicos que tengo de lo acontecido en nuestro país. Pertenezco a una generación que vivió de lejos esas injusticias pero a la que se educó con el sonsonete “eso te podría pasar a ti”, con la rabia contenida y el aliento vital de la justicia divina. Creed que al final existirá una justicia divina porque si no todo lo que nos queda es el trágala. Y de eso parece, me parece, que va este libro.

El Senegal que nos describe Ndione es horriblemente parecido a la España que me describieron, la que leí, la que queremos olvidar lo antes posible, la que le gustaría a una parte de nuestra nueva “clase” política.

Se supone que esto es una reseña de un libro enmarcado en la “novela negra” pero me resulta muy difícil clasificarlo en este género. El libro habla de como la injusticia campa libre por ese país africano y de la justicia divina que es la única a la que puede uno encomendarse. Parece ser. El libro habla de como todos somos verdugos y víctimas al mismo tiempo. Todo ello adobado con enciclopédicas descripciones antropológicas.

Vamos que me he perdido continuamente en cuentos populares, descripciones de las costumbres del país, etc. Hay páginas y páginas que podrían tener sentido en otro libro, en otro género pero no en este. Por lo menos no de esa manera.

Y si me preguntáis: ¿y quién eres tu para opinar así? Diré que nadie, ciertamente, no tengo la preparación ni la experiencia necesaria para criticar ni valorar la obra de nadie, menos aún la de una persona con la que no comparto criterios ambientales, que se ha educado en un entorno diferente del mio con ligeras coincidencias como dinero → poder → puedo hacer lo que me de la gana → ¿seguro?.

Sinceramente creo que me hubiera gustado más este libro si en lugar de uno fueran dos: una novela y unas “apostillas” en el más puro estilo de Eco pero publicadas al mismo tiempo. Entendeme y sed compasivos, estoy enfermo y me duele, necesito que me “enganchen” con algo porque no aguanto dos páginas seguidas sin interés y Ramata no es que no tenga interés, que lo tiene, pero descripciones sobre la historia de Senegal en párrafos de dos, 2, o más páginas es más de lo que puedo digerir hoy por hoy.

Añadamosle la utilización coincidencias inverosímiles en una trama sin secretos, y tendremos un libro que podría tener mucho éxito entre aquellos a los que les gusta conocer la historia, la idiosincrasia, de culturas ajenas. Que no, que no estoy diciendo que a mi no me interese pero a mi estado personal añadid que el libro anterior fue la maravillosa “muerte en estambul” de Markaris. Markaris es mucho más cercano a mi cultura, es un maestro esquematizando, contando justo lo necesario.

A veces, cuando le leo, recuerdo la pintura Japonesa, esos simples trazos, negro sobre blanco, que nos evocan todo un paisaje nuevo.

Ligando con el primer párrafo os diré que ahora mismo siento que estoy siendo injusto, que los libros tienen su momento y su entorno. No puedes comer polvorones en Agosto por más que te gusten, por eso espero que algunos le deis una oportunidad a Ndione y yo consiga acallar mi conciencia al oír que otros si han descubierto a la madame Bobary africana.

Víctor